La transmisión de la enseñanza del psicoanálisis en la actualidad
Partimos del hecho de que para que haya analista hay que pasar por la experiencia analítica.
Eso es así porque el saber del que se trata en psicoanálisis es el saber inconsciente, saber que no es trasmisible.
Un saber que Freud descubre en lo que llamará formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, chiste.
Y esto explica que Lacan diga, extremando las cosas, que la única formación en psicoanálisis es la que resulta de dichas formaciones pues estas formaciones son las que entregan ese saber.
El soporte de este saber es el equívoco.
Si el inconsciente es un saber que solo se muestra por el fallo a través de la palabra, entonces excluye cualquier aprendizaje.
Por lo tanto el saber que autoriza como analista no es un saber que se enseñe, no viene de ningún Otro porque no hay Otro supuesto a ese saber.
Esa es la gran dificultad en la llamada formación de analistas: el analista tiene que pasar por el propio análisis pero en su análisis no se le trasmite ningún saber sobre la práctica.
Pasar por la experiencia analítica, no exime del estudio de los textos freudianos en donde se desarrolla la teoría analítica.
Aún así, ni el análisis ni el estudio de los textos proporcionará el saber que el paciente le solicitará.
Porque el saber que solicita escapa al conocimiento.
Es un saber, que él, el paciente, tendrá que perseguir en su propio análisis.
Esta es la razón de que un analista nunca ocupe el lugar del amo del saber y, si lo hace se equivoca.
Pues el deseo del analista pasa por la renuncia a este lugar.
Freud descubre el inconsciente, este nuevo saber que ya estaba ahí desde siempre.
Pero lo importante no es que se trate de un saber nuevo, ya que saberes nuevos se van descubriendo a menudo, lo importante es que se trata de un saber que cuestiona el saber tal y como se lo concebía hasta el momento.
Subvierte la idea del saber transparente a sí mismo porque lo que descubre es un saber opaco.
Este descubrimiento con la teoría psicoanalítica asociada dan lugar al nacimiento de un nuevo discurso.
El discurso psicoanalítico que marca en la historia un antes y un después de Freud.
La pretensión de este discurso es la de alcanzar el saber inconsciente pero el desarrollo de la experiencia mostrará que se trata de un imposible, pero un imposible a demostrar.
Si bien cada experiencia será única, dicha experiencia tiene una estructura, única en su género pero universal para toda experiencia analítica.
Dicha estructura es la estructura del discurso analítico que Lacan formalizó como tal y al formalizarla la hizo trasmisible en una enseñanza.
Una enseñanza dirigida a psicoanalistas, surgida de la experiencia analítica, en la medida en que el discurso analítico solo tiene lugar en dicha experiencia.
Dado que la experiencia analítica no es trasparente, su enseñanza tampoco lo es, lo que paradójicamente facilita, no su comprensión sino la buena manera de acercarse a ella, es decir, con cierta distancia que evite comprender demasiado rápido.
Para hablar de la enseñanza y trasmisión del psicoanálisis, de aquello que sí puede pasar por la enseñanza, tomaré apoyo en las múltiples reflexiones que Lacan llevo a cabo sobre la misma, llegando a la conclusión (Lacan) de que una enseñanza no es propiamente la trasmisión de un saber establecido. De que más bien se produce enseñanza cuando ese saber se pone en cuestión, cuando se le hace trabajar para producir nuevo saber, nuevos sentidos que amplían su campo, porque por más que nos interesa el saber de Freud y del mismo Lacan, no deja de ser un saber impotente frente a un real, real que se muestra como imposible.
No se trata de hacer bandera de ese imposible pero sí de contrarrestar el empuje a lo posible, el empuje del superyó que en la actualidad encuentra grandes aliados en la ciencia y la tecnología.
Pero que, a pesar de estos grandes aliados, igualmente lleva a la impotencia con el consiguiente malestar. Impotencia que no es más que un velo que oculta la verdadera imposibilidad.
En nuestro Colegio clínico, nos apoyamos en Lacan para afrontar la enseñanza del psicoanálisis.
¿En quien se apoyó Lacan? Él nos lo dice, en las antiguas Escuelas filosóficas, que nos brinda como modelo de enseñanza.
Estas Escuelas se reunían en torno a un nombre y el nombre que nos interesa es Freud un nombre que significó una fractura con el saber anterior.
El retorno a los textos freudianos y la formalización del discurso analítico constituyó el objeto de la enseñanza de Lacan, y es un hecho que con su vuelta a Freud reinventó el psicoanálisis.
Lo reinventó porque este retorno no supuso quedarse pegado a la ortodoxia de los textos como hicieron los discípulos de Freud, sino tomar la distancia suficiente para cuestionarlos y demostrar su coherencia.
Al tomar la distancia de los decires del maestro, vislumbró un decir cuyos ejes fundamentales son dos, dos, que a su vez, están intrincados el uno con el otro: Lenguaje y sexualidad.
“El inconsciente estructurado como un lenguaje” extraído de todo lo dicho por Freud en Los sueños, el chiste y las formaciones del inconsciente.
Y “no hay relación sexual” porque ésta no se inscribe en el inconsciente.
Esto ya está en Freud, pero Lacan reinventa con estas nuevas formulaciones y desarrollos porque éstos abren nuevos sentidos sobre la cuestión.
La Escuela de psicoanálisis pretende que esta enseñanza tenga una continuidad que permita al psicoanálisis seguir reinventándose.
Reinventar significa volver atrás, volver a pasar por el invento
Por qué reinventarse? porque siguiendo la lógica del descubrimiento freudiano no es posible obtener la totalidad del saber, pero sí conquistar nuevos saberes que cuestionados a su vez pueden impedir que el decir de Freud se congele en un decir amo incuestionable.
El problema de la enseñanza institucional del psicoanálisis es cómo hacer para evitar encorsetar la enseñanza de Freud y Lacan en un lugar amo, es decir cómo evitar que nuestra enseñanza se instale en un discurso universitario cuyo producto serían sujetos alienados a ese saber.
¿Cómo hacer de enseñantes sin caer en el error de colocar el saber en un lugar Amo que obturaría la producción de nuevos saberes?
No vamos a negar que para nosotros los significantes Freud y Lacan, son significantes amos, pero aún siendo significantes amos es importante el lugar que les demos en el discurso.
Por eso es importante no olvidar que el deseo del enseñante generalmente enmascara el deseo del amo, es decir, la pretensión implícita de saber lo que le conviene al alumno.
El Analista cuando es enseñante, no está en posición de analista pero eso no le obliga a hacer semblante de saber.
El problema es que cuando alguien enseña asume espontáneamente ese lugar de semblante. Por lo tanto es necesario cierta renuncia.
Los saberes, generalmente, son instrumentos de poder, como pone de relieve Lacan al formalizar el discurso universitario.
Nos quejamos, a menudo, de que el psicoanálisis tenga dificultad para entrar en el ámbito del saber, el ámbito universitario, y además nos esforzamos para hacerlo entrar en dicho ámbito, ¿No es un poco contradictorio? ¿no sabemos acaso que el discurso universitario hace del saber un amo y que lo que produce son universitarios alienados a este saber?
Pero que la universidad sea el lugar propio de este discurso no quiere decir que sea el único lugar. Como tampoco quiere decir que en ese ámbito no sea posible situarse en otro discurso.
El discurso universitario se instala en la institución analítica cuando el saber es convocado al lugar del amo, ya sea el saber teórico de la doctrina o el saber clínico.
Sabemos que el discurso analítico no está hecho para la enseñanza, entonces, dado que no se puede enseñar desde este discurso, pues es el discurso reservado a la cura analítica, hay que situarse en otro discurso cuya estructura favorezca el cuestionamiento del saber establecido.
El discurso más apropiado para la transmisión en cualquier enseñanza y por lo tanto también la psicoanalítica, es el discurso histérico cuyo máximo exponente es Sócrates y la antigua Escuela platónica su altavoz. Antigua Escuela centrada en la producción de saber a partir de una Dialéctica que cuestiona la posibilidad de que un saber se cierre en una totalidad.
La figura de Sócrates nos muestra que lo que se transmite en una verdadera enseñanza no es el saber sino el deseo de saber.
Se trata de la transmisión, de la transferencia de un deseo como queda plasmado en el Banquete de forma magistral.
Diremos que desde el lugar del enseñante parten dos vectores, el de los enunciados y el de la enunciación.
La transmisión está vinculada a la enunciación y por lo tanto al deseo.
Bien sabido es que en Sócrates la enunciación no parte de una posición amo. Hace enseñanza cuestionando el saber establecido, es decir, agujereando el saber, lo que, paradójicamente, no le impidió pasar a la historia como el maestro de los maestros.
Es un error suponer que una enseñanza es la transmisión de un saber (Lacan).
El saber no se trasmite, entre otras razones, porque nadie lo tiene. Solo el infatuado cree tenerlo. Lo que se trasmite es el deseo, porque si una verdadera enseñanza consiste en agujerear el saber establecido, eso es hacer lugar al deseo, porque el lugar del deseo es el agujero mismo.
Una institución analítica que haga enseñanza, en primer lugar ha de cuestionar la enseñanza como transmisión de un saber establecido. Esto la distancia ya de una enseñanza universitaria y la acerca a una posición histérica, a un discurso cuya producción es el saber. Pero sin perder de vista que ese saber siempre estará agujereado, en falta.
Decíamos que la enseñanza del psicoanálisis parte de la experiencia analítica. Pero la enseñanza debe extraer la lógica de dicha experiencia más que quedarse en su aspecto empírico.
Si la enseñanza del psicoanálisis la extraemos de la experiencia analítica, cae por su peso que para seguir avanzando hay que propiciar los análisis que son el lugar donde el saber se reinventa a pesar de no ser trasmisible.
De lo dicho anteriormente se concluye que en la enseñanza del psicoanálisis está en juego un deseo que agujerea el saber, mientras que en la experiencia analítica, si bien se parte de ese mismo deseo, solo habrá análisis cuando ese deseo deje paso a un saber que horade la verdad. La experiencia analítica lleva el saber al lugar de la verdad para cuestionarla en su función de velo de un real.
Cuando hablamos de la enseñanza o transmisión del psicoanálisis en la actualidad es como si esto llevara implícita una dificultad.
En relación al discurso analítico esa dificultad está desde el principio, pues este discurso siempre va a contracorriente del discurso amo, es su reverso. El discurso amo propone y regula modos de goce comunes para todos y el discurso analítico apunta a la particularidad del goce para cada uno.
La actualidad es siempre la actualidad del discurso amo, por lo tanto alberga siempre el deseo de dominación, obedezca éste a una ideología o a otra.
Lo que sí cambia con la actualidad es el ordenamiento del goce llevado a cabo por el discurso.
El mundo sigue siendo aquello que se desprendió del lo real por efecto del lenguaje. Pero hoy la tecnología derivada de la ciencia pretende atravesar lo que entendemos como mundo y alcanzar lo inmundo, eso que quedó por fuera tras la operación del simbólico, parafraseando a Lacan, eso de lo que se mondó el mundo.
Esto tiene como consecuencia una pérdida de interés por el mundo y una ganancia de interés por lo inmundo, por el llamado metaverso, que no es más que un eufemismo de lo inmundo. Un supuesto universo mejorado en el que no hay lugar para el cuerpo, y en el que el avatar es el protagonista.
Aunque el Psicoanálisis ya surgió en el seno del capitalismo, lo que vivimos ahora son las contradicciones de este discurso en forma más aguda.
La contradicción más evidente es que si bien el discurso es un ordenamiento de lazos sociales, el discurso capitalista, con la tecnología como arma y el BigData como munición, no solo no ordena sino que disuelve estos lazos dejando al descubierto el imperativo de goce.
Un ejemplo de ello podría ser el fenómeno que se da ahora en algunas escuelas con tendencia a una enseñanza fundamentalmente digital que hace que los niños aprendan pasándose horas delante de una pantalla y sustituyan al profesor por Google. Esto abunda en la destrucción del lazo social, maestro-alumno y pero también del lazo de la relación inter pares mediada por la figura del profesor.
La oferta del psicoanálisis va al contrario de la oferta capitalista. La oferta capitalista propone objetos de goce mercantilizados e iguales para todos. El psicoanálisis apunta a la diferencia y no a su desaparición por eso no solo sigue siendo necesario sino que todavía es más necesario.
Es más necesario en un momento en que el hastío es el afecto dominante frente a la oferta de objetos de goce, los mismos para todos, oferta de gadgets que dificultan la sublimación del sujeto y por lo tanto la satisfacción.
Si bien la meta de la pulsión es la satisfacción, la satisfacción no se obtiene de ningún objeto porque falta el objeto que pudiera satisfacer.
En la pulsión no se da la coincidencia entre la meta y el objeto como sí se da en el instinto.
No es que los objetos ofertados por el capitalismo no satisfagan y que existan otros que sí puedan hacerlo, ningún objeto satisface.
La satisfacción se encuentra en el camino, en el propio circuito de la pulsión, en el rodeo que lleva a cabo en torno al objeto faltante, al vacío dejado por ese objeto.
Ese camino es el que trata de acortar el discurso capitalista con su tecnología ciencia y economía.
Con una saturación de objetos sin precedente y la búsqueda incesante del objeto total que podría estar encarnado en el smarphone, ese aparato que nos concede el don de la ubicuidad y simultaneidad.
Y esto afecta al deseo que está instalado en ese espacio que no es ubicuo ni simultaneo
El deseo es lo que da sentido a la vida y el deseo se encuentra en la distancia que separa al sujeto del objeto sin, por supuesto, renunciar al sueño de la reducción de esa distancia. Pero el mismo sueño nos despierta cuando esa distancia amenaza con desaparecer.
Los desarrollos tecnológicos actuales apuntan a la desaparición del espacio entre el sujeto y el objeto. Apuntan al borramiento del agujero, del recorte del mundo operado por lo simbólico, recorte que implica pérdida de goce, pero esa pérdida es la que abre el espacio para el deseo. Hay deseo porque falta el goce del objeto. El metaverso sería un nombre de este intento de borramiento.
Para terminar vuelvo a los decires de Freud en relación a la satisfacción en ese texto al que hay que seguir interrogando en nuestra enseñanza: El chiste.
Es muy difícil, sino imposible renunciar a una satisfacción, a lo máximo que podemos aspirar es a sustituirla por otra.
A eso es a lo que aspira la experiencia analítica, de la que se deriva la enseñanza del análisis: aspira a sustituir la satisfacción mortificante del síntoma por otra. Aspira al encuentro de la satisfacción que deriva del decir basta a los enredos de la verdad.
Esto es lo que podemos oponer a la supuesta satisfacción implícita en el algoritmo extraído del BigData, esa ingente masa de información sobre vidas, relaciones, gustos de los sujetos que pretende, con fines de mercado, extraer la fórmula del deseo del sujeto:” tu quieres esto, aquí lo tienes”.
Autora: Rosa Roca Romalde – Septiembre del 2022
Bibliografía:
- Caja A, Oráculo portátil de resistencia al Transprogreso Digital. Ed Los libros portatiles2022
- Freud S, Obras completas. Amorrortu Editores
- Lacan J, Escritos. Ed Siglo XXI. Argentina1971
- Otros Escritos. Ed Paidós Buenos Aires 2012
- Soler C, Incidencias políticas del psicoanálisis. Ed P&S. Barcelona 2011