Miniatura clínica: Una eterna pareja frente a un escaparate
Una anécdota ilustrativa: Una mujer joven me explica en una sesión de psicoanálisis que si va por la calle con su novio y ve algo bonito en una tienda, cuando se detiene frente al escaparate y se queda contemplando aquello que ha atraído su mirada, a menudo su compañero sentimental le pregunta “¿quieres que te lo compre?”. Entonces ella le dice que no, sin saber muy bien por qué, pero en verdad le molesta profundamente que él no lo haga y se queda un buen rato muda y disgustada.
¡Ejemplar! Analicemos la escena.
Él, como buen prototipo de la neurosis obsesiva (la más frecuente entre los representantes de la raza masculina) necesitaría que ella le dijese “cómpramelo”. Si ella no expresa su deseo en forma de ruego o incluso de imperativo, él no sabe qué hacer.
No se arriesga a comprárselo directamente, cogiéndola del brazo y entrando en la tienda sin necesidad de preguntarle si es eso lo que quiere realmente. Escenas así, imposibles para nuestro atribulado sujeto, aparecen con cierta frecuencia en spots publicitarios y en algunas películas, sugiriendo un supuesto ideal de hombres muy decididos frente a su partenaire femenina. Él, sin embargo (o más bien muy “embargado”) no se atreve en absoluto a hacer ese acto sin tener la certeza de que eso es de verdad lo que ella está esperando. Y no se da cuenta de algo esencial: ella espera que él desee algo para ella, y que se arriesgue en consecuencia, y no tanto (ni mucho menos) que cumpla su gusto como un mandato. En el deseo de ella hay algo mucho más importante que el objeto de la tienda, por muy hermoso que éste sea: se trata del deseo del otro.
Él se ve compelido a priorizar el registro de la Demanda (con D mayúscula, como la escribía Lacan, para denotar su gran peso subjetivo) con la intención inconsciente de tapar así la difícil puesta en juego del deseo (con la d minúscula de algo delicado pero precioso a la vez).
Ella, como buena histérica (esa posición discursiva y estructural que es algo más que una neurosis) anhela que él adivine de alguna manera su deseo y le compre aquello que tanto le gusta pero sin tener que pasar por el trance de reconocerse abiertamente deseante de aquello que quiere porque no lo tiene, porque le falta.
Desear es reconocerse en falta. Desear implica exponer la castración (ese concepto tan difícil de entender por fuera de los ámbitos estrictamente psicoanalíticos, y que por ello mismo hemos de intentar explicar detalladamente y con rigor), exponer la castración ubicándose frente al otro como un sujeto barrado, incompleto.
Ella desea su deseo, desea que él se atreva a desear, e incluso a desear-la, colocándose transitoriamente en el lugar del objeto del deseo del otro (encrucijada no siempre fácil de resolver que necesita una constante aclaración cuando dialogamos con el feminismo) aunque sea casi siempre con el ropaje protector del amor.
Desea que él desee comprarle lo que ella cree desear, pero sin tener que decírselo de forma directa, cosa que él nunca hará porque para hacer ese acto necesita vivirlo como una orden superyoica o un deber ineludible y no como un peligroso capricho o un antojo inesperado y sin demasiada lógica.
Él trata de obturar su castración con la supuesta demanda de los otros, demanda que se autoimpone más allá de las circunstancias reales.
Y ella no muestra demasiado su castración dado que maniobra de un modo tal que suelen ser los otros quienes acaban castrados como efecto de sus diversas intrigas no siempre conscientes.
Frente al escaparate de la tienda, pero también en realidad frente al escaparate de la vida, están condenados a no entenderse hasta el fin de los días, o en cierto modo, si no tienen la oportunidad o la suerte de que el psicoanálisis (de uno, del otro o de ambos) les ayude a cambiar de posición, están condenados a entenderse en el mantenimiento crónico y gozosamente mórbido de la insatisfacción histérica y de la imposibilidad obsesiva.
Autor: Manuel Baldiz
(Publicado en la revista “Intercambios/intercanvis” n.41, diciembre de 2018)
Etiqueta:Estructuras clínicas, histeria, obsesión